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Ruta Coalaque: Géiseres

La carretera sin asfaltar, tierra que al contacto con las llantas se hace polvo suelto tras la combi, se apega, se hace borde de los cerros y cerros entre los que vamos hacia los géiseres. Que son curativos; que el alcalde estaba construyendo un centro turístico pero que las obras se pararon; que hay como pozas donde uno se puede sumergir; que si uno está mucho tiempo en el agua se puede desmayar; que hasta algunos han visto cosas extrañas.

Rodando, viendo la sombra del sol crecer a las ocho de la mañana cubriendo verdes escasos de cerros oscuros con su luz amarilla, alcanzando. Casi media hora de viaje desde la plaza de Coalaque y ya estamos llegando. No pasan muchos carros los domingos por aquí, y es que los géiseres o “meaderos” (como los llaman en el pueblo) se encuentran en el camino entre Coalaque y uno de sus anexos, entonces nos dicen que a la una de la tarde van a volver a pasar para recogernos. Entre las paredes de las montañas, en la hendidura por donde el río pasa, aparece el lugar.





Coalaque forma parte de los 11 distritos que hay en la Provincia General Sánchez Cerro, en el departamento de Moquegua al sur del País. Para llegar hasta Coalaque pueden tomarse dos rutas: una desde la ciudad de Arequipa y la otra desde la ciudad de Moquegua. Ambos caminos son de tierra con ciertos fragmentos de asfalto.
El viaje desde Arequipa dura poco menos de 5 horas, contando con que el bus tiene que parar una y otra vez antes de llegar a Coalaque en uno y otro pueblo o distrito que van apareciendo entre los cerros y zonas llenas de verdes cultivados. No existe una carretera asfaltada, saliendo de Arequipa uno siente la superficie desigual y las piedras en la tierra, cerrar las ventanas para que no se cuele el polvo que las llantas levantan. Dentro de una nube de polvo el bus sube cerros desde Arequipa para luego bajar y luego subir, bordear, subir, bajar y así.

Llegando a cada pueblo la tierra se hace asfalto y luego se hace tierra nuevamente cuando el bus lo deja atrás. El viaje a través de las montañas y a ratos al borde de precipicios se hace bueno cuando luego de una curva o un borde aparecen las vistas de una tierra que es tan inmensa, tan natural, tan emocionante a veces. Llegamos.




Segundo día en Coalaque y llegamos al lugar algo temprano, ningún geiser a la vista todavía, nos dijeron que teníamos que caminar un poco. Hay lugar, hay una alberca pircada de piedras, se nota el lado aquel de querer hacer de este un lugar turístico: hay mesas rusticas de madera, servicios higiénicos, gradas abiertas en la piedra, aunque la presencia del cemento es casi nada. No queda nadie más que nosotros. El lugar tiene tantos lados salvajes, tanto aire libre, tanta piedra, el río al costado, tanta planta que crece como quiere, la posa parece una parte del río que se hunde y se hace hueco para que nos sumerjamos. El agua quema al principio, luego sólo envuelve y atrapa.

Los geiseres están río abajo en una quebrada donde el río recoge el agua disparada por la piedra, por la tierra profunda. Vapor, colores que se deshacen si los tocas, agua que se mezcla, grados centígrados altos que queman la piel, burbujas, piedras que salpican el agua que se parte, que no se cansa, q cae serpenteando en el aire , agua deshecha en pedazos que saltan, la luz que quiere estar en cada sitio. Nosotros aquí y la naturaleza q llena los ojos.

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[fotos: Edward De Ybarra / Anita Salinas / Vicky Arias / Pierre Pastor]